Cuando brillan las estrellas, editado por el sello Maeva Young, es un cómic tan entretenido como necesario. Narra la historia de la infancia de su guionista, Omar Mohamed en un campo de refugiados en Kenia. La dibujante y coguionista de este cómic, Victoria Jamieson que venía de realizar historietas juveniles de gran éxito de crítica y ventas, da un giro a su trayectoria con esta obra donde lo social gana peso pero manteniendo su estilo narrativo y visual, creando un cómic que traslada la dureza de crecer en un campo de refugiados sin caer en un dramatismo excesivo.
La Fundación Tres Culturas reúne a ambos autores por primera vez en España en el marco del COMICMED, un encuentro sin precedentes dedicado al mundo de la novela gráfica y el cómic mediterráneos.
Para empezar me gustaría saber cómo os conocisteis y cómo nació este proyecto, sobre todo teniendo en cuenta que ambos llegáis a este cómic desde situaciones y experiencias muy distintas.
Omar: Siempre quise escribir un libro sobre mi historia, pero no sabía cómo empezar. Hace falta conocer gente, tener contactos, y yo no los tenía. Había escrito mi historia y tenía un borrador preparado. Antes de conocer a Victoria, hablé con otro autor, pero no me terminó de convencer. No sentí que pudiera funcionar.
Un día, Victoria vino a la oficina donde yo trabajaba como gestor en el programa de reasentamiento de refugiados. Llevaba años en ese trabajo y ella llegó hablando de que quería contar esta historia. Mi compañera le dijo que yo también quería contar mi historia. Nos conocimos, le di un borrador donde había empezado a contar mi historia, se lo llevó para leerlo y estudiarlo. Después nos reunimos de nuevo y entendí que ella era la persona adecuada para trabajar en esto. Así empezamos.
Vicky: Yo había vivido en diferentes partes de Estados Unidos, en la costa oeste, y veía en las noticias la crisis de refugiados sirios. Pensaba: “Esto es terrible, pero está tan lejos que siento que no puedo hacer nada”. Nunca había estado en un campo de refugiados. Vivo en Estados Unidos, ¿cómo podría marcar la diferencia?
Hablé con amigos y con personas que trabajaban en programas de reasentamiento de refugiados. Me explicaron que cuando llegan a Estados Unidos, estas oficinas los ayudan a encontrar trabajo, a que sus hijos vayan al colegio. También hacen trabajo voluntario. Mi amiga me contó que cuando llega una nueva familia al aeropuerto, organizan una bienvenida con carteles. Me conmovió mucho y empecé a pensar en qué podía hacer.
Nos mudamos a la otra costa y allí conocí a Omar. Una persona que trabajaba con él nos presentó. Para construir la historia, primero nos reunimos y él me contó su historia. Yo solo escribía y tomaba notas, como si estuviera en la escuela. Luego empecé a hacer bocetos, poco a poco. Pasaron varios meses antes de que realmente nos conociéramos y confiáramos el uno en el otro. No éramos desconocidos, pero teníamos que aprender a trabajar juntos. Hice muchas investigaciones por mi cuenta para entender bien su historia y asegurarme de que todos los detalles importantes estaban en el libro.
Omar, ¿eras lector de cómic antes de empezar a trabajar en esta historia?
Omar: Yo crecí en un campo de refugiados y allí no había muchos libros disponibles. La mayoría de los que teníamos eran libros ilustrados o novelas gráficas. Había muy pocos, pero los compartíamos entre todos. Así que, cuando Vicky planteó la idea de que esta historia se convirtiera en una novela gráfica, me pareció una gran decisión. Creo que permite contar la historia de una manera más accesible y visual.
Si este libro hubiera sido solo texto, los niños podrían imaginar las escuelas y las viviendas del campo de refugiados de una manera distinta a la realidad. En cambio, con las imágenes pueden ver y comprender cómo era realmente. Además, si alguien no sabe leer, puede seguir la historia a través de las ilustraciones. En el campo de refugiados no diferenciaba un tipo de libro de otro. No había cómics o novelas gráficas, solo libros. Allí no había muchas opciones, igual que con la comida: comíamos una vez al día, siempre maíz, durante 15 años. Con los libros pasaba lo mismo, no había variedad. Nunca usé zapatos en el campo de refugiados, mi ropa era una camiseta larga hasta las rodillas. No teníamos opciones.
Este libro se centra en mi vida en el campo de refugiados, pero ahora estoy trabajando en otro para contar cómo era mi vida antes de convertirme en refugiado, cuando era aún más pequeño. Saldrá el año que viene. También habrá una secuela. Ya tengo casi terminado mi borrador. En las visitas a escuelas nos preguntan mucho si me volví a reencontrar con mi madre. Eso lo contaré en la secuela. En este libro tampoco menciono a mis tres hermanas y quiero contar su historia en el siguiente.
Vicky, tú venías de hacer cómics de temática juvenil, como Sobre Patines, y aquí das un giro completo. Estás contando una historia con una carga dramática muy potente para un público juvenil, pero sin caer en el melodrama. ¿Cómo lograste ese equilibrio?
Vicky: Fue un desafío. Omar me ayudó mucho en este proceso porque, si lo conocéis, veréis que es una persona amable y positiva. Queríamos transmitir eso. Cuando eres pequeño, no eres completamente consciente de lo que estás viviendo. Juegas con tus amigos, vives el día a día, y es al crecer cuando te das cuenta de las circunstancias en las que estuviste. Al escribir este libro, intenté recordar cómo era ser niña.
Además, trabajamos con el editor para manejar las partes más difíciles, como la muerte del padre de Omar. Queríamos incluirlo, pero de una manera adecuada para los niños. La novela gráfica permite contar muchas cosas sin necesidad de palabras; las imágenes sugieren sin ser explícitas. Un niño puede leer la historia a su nivel y, cuando crezca, reinterpretarla de una manera distinta.
Omar, sigues trabajando en el campo de refugiados donde creciste. ¿Has llevado el cómic allí?
Omar: Sí, he vuelto cada año en los últimos cinco o seis años. Llevo material escolar para los niños porque es importante que puedan estudiar sin que la falta de recursos sea un obstáculo. También hemos construido dos grandes bibliotecas en el campo, y este año estamos trabajando en una tercera. En estas bibliotecas hay muchas novelas gráficas, incluyendo Cuando brillan las estrellas. La mayoría de los fondos para estos proyectos provienen de donaciones de niños que han leído el libro y quieren ayudar a otros niños que viven en situaciones difíciles.
En el cómic se menciona la presencia recurrente de periodistas que van a los campos de refugiados a hacer reportajes. ¿Este cómic pueden generar una conciencia mucho más profunda que un reportaje breve en un telediario?
Vicky: Sin duda. Cuando ves las noticias, las recibes una tras otra y, si escuchas que un millón de personas han tenido que abandonar sus hogares, la cifra es tan grande que es difícil de asimilar. Pero cuando conoces la historia de una persona concreta, como Omar, todo cambia. Cuando visitamos colegios, los niños lo conocen en persona y le dicen «Omar, te queremos». Eso genera una conexión emocional muy diferente a la que se puede tener viendo las noticias.
¿Qué reacciones habéis recibido de los lectores, tanto en colegios como en el cómic?
Omar: Siempre han sido positivas. Cuando decidí compartir mi historia, no sabía cómo la recibiría la gente, pero hasta ahora nunca hemos recibido comentarios negativos. En los colegios, la acogida ha sido maravillosa. Mi objetivo era dar voz a los niños refugiados que no tienen los medios para contar sus propias historias. Todos los refugiados tienen algo en común: han sido obligados a abandonar su propio país, especialmente en tiempos de guerra. Los niños pagan el precio más alto, pierden sus escuelas, se quedan huérfanos y tienen que huir a otro país. Yo quería contar su historia, porque, ya sea en Palestina, Afganistán o Somalia, la realidad es la misma.
Vicky ¿has notado alguna diferencia en la reacción de los lectores entre tus obras anteriores y esta?
Vicky: En mis libros anteriores siempre he trabajado con ficción, así que los temas eran distintos. Quería ver cómo recibían esta historia tan diferente. Creo que como artista es importante no hacer siempre lo mismo, porque sería aburrido. Hay que probar cosas nuevas. Visitamos escuelas juntos y también por separado, y allí hablo tanto de este libro como de mis obras anteriores. Es interesante mostrar temas diversos porque los lectores crecen contigo. A veces buscan algo ligero, otras veces algo más serio. Los niños pueden manejar temas difíciles y también historias más sencillas. Mis lectores han leído muchos tipos de libros distintos.
¿Seguirás en esta línea o volverás a la anterior?
Vicky: Muchos niños nos piden una secuela. Nos preguntan a menudo si la haremos, y es posible que sí. Pero una novela gráfica requiere muchísimo tiempo. Este libro me llevó dos años de trabajo y hacer una secuela llevaría otros cinco o seis años. Además, es la primera vez que escribo sobre la vida de otra persona y no me imagino a nadie más como coautor aparte de Omar. Ahora trabajaré en mis propios proyectos, pero quizás en el futuro volvamos a colaborar.
Omar, al terminar el cómic me quedé con ganas de saber cómo fue el contraste para ti y tu hermano al llegar a Estados Unidos después del campo de refugiados. ¿Cómo lo vivisteis?
Omar: Fue un impacto enorme, porque todo lo que conocía en el campo de refugiados tuve que olvidarlo. En la escuela me dijeron que tenía que aprender a tirar de la cadena, porque en el campo de refugiados no había váteres con cisterna. No sabía cómo usar un microondas, cómo abrir y cerrar puertas. Todo era diferente y tenía que aprenderlo desde cero. También estaba la barrera del idioma, el choque cultural, la diferencia en la forma de relacionarse con la gente.
También hubo un momento gracioso. Tenía los teléfonos de algunos amigos que habían llegado antes a Estados Unidos. Mi hermano y yo llamamos a la puerta de la vecina, una señora mayor que estaba leyendo en su salón. Nos abrió y, en mi cultura, cuando alguien abre la puerta, significa que puedes pasar. Así que antes de que pudiera decir hola, ya estábamos sentados en su salón. Se quedó impactada. Le pedimos el teléfono, llamamos, pero nadie contestó y no sabíamos dejar un mensaje en el contestador, porque en el campo de refugiados no había algo así. Nos quedamos un rato viendo la televisión y luego nos fuimos. Cuando la volvimos a ver, no nos abrió la puerta. Fue difícil adaptarnos, sobre todo cuando el inglés no era nuestro idioma.
Vicky, ¿cuáles han sido tus principales influencias dentro y fuera del cómic?
Vicky: No había leído muchos cómics antes. No me gustaban los de superhéroes, prefería novelas sobre niños normales, sin superpoderes. Solo conocía las tiras cómicas del periódico de los domingos, como Calvin y Hobbes. Mis padres leían la parte aburrida del periódico y mis hermanos y yo nos peleábamos por las viñetas. Cuando empecé a trabajar en libros, las novelas gráficas se hicieron más populares en editoriales tradicionales. Me inspiré en obras como Smile o American Born Chinese, porque quería contar historias más complejas. No me gusta escribir sin más, me encanta dibujar. Siempre quise que mis libros tuvieran ilustraciones, porque es lo que realmente disfruto. Poder hacer un libro de imágenes es maravilloso.
Omar, ¿cómo fue cuando empezaste a ver los dibujos? ¿Cómo te sentiste al verte a ti y a tu hermano ilustrados en la historia?
Omar: Vicky me mandaba los dibujos y yo le decía si había que hacer cambios. Trabajamos sobre la marcha. Creo que los personajes están muy bien representados. Uno de los mayores retos fue que no tenía fotos de mi infancia. Victoria solo me conocía como adulto. Nunca tuvimos fotos en el campo de refugiados, así que ella tenía que basarse en lo que le contaba. Yo le hablaba de mi hermano, de cómo éramos entonces.
Vicky: Fue complicado. Nunca había estado en ese campo de refugiados. No tenía imágenes de referencia más allá de lo que encontraba en internet, pero algunas fotos eran recientes y ya no reflejaban cómo era el campo en la época de Omar. Tuvimos que asegurarnos de que todo fuera fiel a la realidad. Por ejemplo, vi una foto de una calle y Omar me dijo: “Tienes que poner más basura atrapada entre los matorrales, porque allí nadie recoge la basura”. Me sorprendió porque yo pensaba en el camión de la basura que pasa por mi casa, pero en un campo de refugiados no hay camiones de basura. La basura simplemente se acumula. Son detalles que no hubiera sabido sin su testimonio.
Desde que saliste del campo de refugiados has vuelto en varias ocasiones como nos has contado, ¿has percibido una mejora en la situación de los habitantes del campo?
Omar: En algunos aspectos sí, pero no al 100%. Como antiguos refugiados, cuando nos reasentamos en Europa, Canadá o Estados Unidos, intentamos enviar dinero a quienes siguen en los campos. No es una mejora total, pero sí ha cambiado un 40-50% de sus vidas porque reciben recursos del exterior. En Estados Unidos también recaudamos fondos para ayudar a los refugiados. Eso ha mejorado la situación en cierta medida.
¿Hay alguna iniciativa o posibilidad real de que el campo de refugiados se convierta en un asentamiento permanente, un pueblo, una ciudad donde los que la habita puedan trabajar y vivir en mejores condiciones? ¿O que las personas puedan regresar a su país?
Omar: Es una situación muy complicada. Es uno de los campos de refugiados más antiguos del mundo. Hay niños que han nacido allí y lo único que conocen como hogar es ese campo. Los refugiados tienen tres opciones: volver a su país, pero el 99% de ellos son de Somalia y no es un lugar seguro; quedarse en el campo de refugiados para siempre; o ser reasentados en otro país como Europa, Canadá o Estados Unidos. Pero solo el 1% consigue esa oportunidad. El gobierno ha intentado cerrar el campo varias veces, pero no ha funcionado. Los que fueron repatriados a Somalia tuvieron que huir de nuevo y regresar al campo. Es un problema sin una solución sencilla.