En 1519, los océanos eran territorios misteriosos que alimentaban leyendas entre marineros. A pesar de que Cristóbal Colón había descubierto el Nuevo mundo veintisiete años antes, los mapas todavía no reflejaban la totalidad de las costas americanas y sus límites resultaban inciertos. Pero todo estaba a punto de cambiar gracias a la expedición marítima más arriesgada e importante de la historia de la humanidad. Una aventura que comenzó al sur de España, en Sevilla y Sanlúcar de Barrameda.
En aquella época, los mares conocidos estaban divididos entre las dos grandes potencias del mundo: España y Portugal, según el Tratado de Tordesillas. Los portugueses controlaban el paso hacia el oriente, a través del cabo de Buena Esperanza al sur de África, una ruta codiciada por conducir a las islas de las Especias. Ante ello, la Corona española aceptó la propuesta de un capitán portugués, Fernando de Magallanes, para poner en marcha una misión osada: partir en busca de un nuevo trayecto que uniese el Atlántico con el Pacífico, y alcanzar aquellas tierras donde abundaban el clavo, la canela y la pimienta.
El veinte de septiembre de 1519, cinco naves —San Antonio, Trinidad, Concepción, Santiago y Victoria— partieron desde Sanlúcar. La expedición cruzó el Atlántico, bordeó Brasil y Argentina, y atravesó el recién descubierto Estrecho de Magallanes. Fue una odisea repleta de penurias donde los marineros lidiaron con el hambre, la sed, las enfermedades, la desesperanza y los motines a bordo. La nao Santiago se perdió al colisionar contra las rocas en el río Santa Cruz y la embarcación San Antonio desertó. Magallanes moriría en Filipinas, durante un enfrentamiento contra los indígenas, y su sucesor, Duarte Barbosa, sería asesinado por el rajá de las islas Cebú durante un banquete.
En la isla Bohol, la Concepción hubo de ser quemada y, poco después, el vasco Juan Sebastián Elcano tomó el mando de la nao Victoria, con la que desembarcaría en las deseadas islas de las Especias un siete de noviembre de 1521. Cargada con el botín, la Victoria partió hacia España atravesando el Índico, encomendada a la imposible tarea de completar una vuelta al mundo, mientras la Trinidad era apresada por los portugueses.
El seis de septiembre de 1522, tras tres años de travesía, Elcano llegó al puerto de Sanlúcar de Barrameda a bordo de la nao Victoria, junto a tan solo dieciocho hombres de los más de doscientos que habían partido inicialmente a la aventura. Aquellos supervivientes no eran conscientes de ello, pero acababan de hacer historia. Su accidentada hazaña se convirtió en la primera vuelta al mundo conocida, demostrando que la Tierra era redonda y se podía circunnavegar. Desde aquel momento, nada volvería a ser lo mismo.