SUDOKU
Imagina un tablero dividido en nueve filas y nueve columnas: 81 casillas para llenar de números, pero no de cualquier manera. El mismo tablero se divide en nueve cuadrículas con nueve casillas cada una: cada casilla debe contener un número del 1 al 9, sin repetir ninguno. Pero no solo eso: los nueve números tampoco pueden repetirse en ninguna de las nueve casillas que forman cada fila y cada columna. Parece un acertijo, pero es más bien un rompecabezas numérico: el sudoku.
‘Sudoku’ es un término japonés formado por las palabras ‘sū’ y ‘doku’ que significa “número solo”, porque cada número solo puede aparecer una vez en cada fila, columna y cuadrícula
Los números que utilizamos hoy en día proceden de la numeración arábiga y fueron inventados en la India hace más de 2.000 años. Sin embargo, a lo largo de los siglos muchas civilizaciones crearon su propio sistema numérico para contar ganado, cosechas y monedas. Egipcios, babilonios, griegos, romanos, mayas… todos idearon símbolos para contabilizar sus riquezas, pero también para registrar el paso del tiempo y contar su historia.
La sucesión de Fibonacci es una serie de números, definidos por el matemático Leonardo de Pisa en el siglo XIII, que describen la secuencia de la proporción áurea
Para muchos científicos y matemáticos, los números son la clave para resolver grandes misterios como calcular la edad del universo, descubrir de qué está hecha la materia o demostrar la existencia de mundos paralelos. Pero los números también sirven para mirar la realidad con otros ojos. La proporción áurea, también conocida como el número de oro, es una cifra que se repite constantemente en la naturaleza: en la espiral de las caracolas marinas, en la forma en que se ordenan los estambres de un girasol o en la disposición de las ramas de un árbol.
Las matemáticas nos sirven para poner orden al mundo que nos rodea, pero no siempre podemos clasificarlo todo. A veces, que los números sigan un orden desordenado es la clave para resolver el misterio. Como en un sudoku.