Félix Candela, arquitecto e ingeniero español-mexicano, dejó una huella imborrable en la arquitectura del siglo XX gracias a su innovador uso de las superficies hiperbólicas, conocidas como hypars. Estas estructuras, que parecen esculturas más que elementos arquitectónicos, se caracterizan por su doble curvatura y por pertenecer a las superficies regladas, es decir, que pueden generarse con líneas rectas. Candela encontró en los hypars no solo una forma visualmente atractiva, sino también una solución estructural eficiente y económica.
Los hypars de Candela son célebres por su capacidad de distribuir las cargas de manera uniforme, lo que permite la creación de techos delgados y ligeros que parecen flotar en el aire. Usando concreto armado, el arquitecto exploró formas imposibles hasta entonces, desafiando las limitaciones de la construcción tradicional. Su enfoque combinaba geometría avanzada con una economía de materiales, ofreciendo una alternativa sostenible mucho antes de que este concepto fuera tendencia.
Entre sus obras más representativas destacan la Iglesia de la Virgen Milagrosa y el Palacio de los Deportes en México. En la primera, Candela empleó paraboloides hiperbólicos para crear una cubierta que, con apenas unos centímetros de espesor, logra un espacio monumental y lleno de luz. Por otro lado, en el Palacio de los Deportes, los hypars se convierten en protagonistas de una estructura dinámica y robusta que marcó un hito en la arquitectura deportiva.
Candela no solo diseñó edificios; revolucionó la manera de entender la relación entre geometría y arquitectura. La última obra fue el Oceanográfico de Valencia. Su legado ha inspirado a generaciones de arquitectos, demostrando que la innovación no requiere grandes presupuestos, sino grandes ideas. Los hypars, en su obra, son más que una solución técnica; son una declaración de que la arquitectura puede ser, a la vez, ciencia y arte.