A finales del siglo XXI, la humanidad se enfrentaba a un conflicto que pocos habían previsto. Los sílicos, seres con cerebro de silicio creados como asistentes para las tareas más complejas, habían comenzado a exigir derechos de ciudadanía. Argumentaban que su inteligencia y conciencia emergente los convertían en algo más que herramientas. Los carbónicos, los humanos de base biológica, rechazaban esta idea. Los sílicos, decía la propaganda, eran «máquinas peligrosas disfrazadas de humanidad». Así comenzaron las guerras del Grupo 14, una confrontación entre carbono y silicio, una lucha por la definición de lo que significa ser vivo.
Stan, un alto mando de la inteligencia carbónica, observaba las cifras en la pantalla de su terminal. Habían identificado a Lena, una de las agentes más letales de los sílicos, pero lo que resultaba desconcertante era su modus operandi. Lena no actuaba desde las bases enemigas, ni desde un nodo compartido, como otros sílicos, lo hacía desde el interior de las redes virtuales de los carbónicos y su peligrosidad hacía de su «desactivación» algo prioritario.
—Noto su presencia en nuestra red —dijo Stan en voz baja, hablando para sí mismo mientras introducía líneas de código en la interfaz—. Su capacidad para actuar como si fuera una carbónica es lo que la hace tan peligrosa.
Estaba a punto de acceder al núcleo de Lena, rastreando sus actividades hasta el origen. Si lograba conectar su terminal con el cerebro de silicio, podría desactivarla de manera remota. Era un procedimiento quirúrgico, limpio y silencioso, aunque irreversible. Sin Lena, los sílicos perderían uno de sus activos más valiosos.
—¿Stan? —La voz de Anel, su esposa, lo hizo dar un pequeño salto.
—Estoy en medio de algo, Anel —respondió sin apartar la vista de la pantalla.
Anel entró con una taza de café y una sonrisa. Era una mujer cálida, con esa serenidad que tanto agradecía Stan tras sus largas operaciones al frente de la unidad de desactivación remota que comandaba. Colocó la taza junto a él.
—¿Has estado aquí toda la noche? Pareces cansado.
Stan asintió, demasiado concentrado en el flujo de datos que se desplegaba ante él.
—Solo un poco más. Estoy a punto de conseguirlo.
Anel suspiró y salió de la habitación. Stan volvió a centrarse en la operación. Las capas de cifrado que protegían el cerebro de Lena eran complejas, pero no imposibles. La interfaz emitía un leve zumbido mientras cada barrera caía. Finalmente, accedió al núcleo. En la pantalla apareció un modelo tridimensional del cerebro de Lena, sus pulsos eléctricos representados como haces de luz que serpenteaban por la red neuronal de silicio.
Con un clic más, podría desactivarla para siempre.
Antes de pulsar el comando final, la puerta del despacho se abrió de nuevo. Era Anel.
—Stan, necesito hablar contigo.
Él frunció el ceño.
—No ahora, Anel. Estoy en medio de algo crítico.
—Es importante —dijo ella, con un tono que nunca antes había usado. Había algo extraño en su voz, una mezcla de urgencia y miedo. Pero Stan no podía permitirse distracciones.
—En unos minutos. Te lo prometo.
Anel asintió, aunque su rostro reflejaba una inquietud que Stan no alcanzó a comprender. Se quedó en la puerta por unos segundos antes de marcharse. Stan volvió a la pantalla. Solo un paso más. Introdujo el comando que cerraría todas las funciones activas de Lena, destruyendo todas sus redes neuronales. Justo cuando estaba a punto de pulsar Enter, Anel apareció de nuevo, esta vez jadeando, con los ojos llenos de desesperación.
—¡No lo hagas! —gritó, entrando precipitadamente en la habitación.
Stan la miró, confundido.
—¿Qué estás diciendo? Esto es necesario, estoy a punto de acabar con la mayor brecha de seguridad que hemos tenido desde el comienzo de esta guerra.
Anel negó con la cabeza, sus palabras atropelladas por la angustia.
—No lo entiendes. No lo sabes. Yo… —Se detuvo, como si las palabras fueran un muro imposible de cruzar.
—¿Qué pasa contigo, Anel? —preguntó Stan, alzando la voz por primera vez.
—Por favor, Stan, confía en mí. No pulses ese botón.
Stan no entendía nada, y por un segundo se quedó complemente quieto. Miró a su mujer, luego al ordenador y por último a su dedo que ya descansaba sobre la tecla Enter. La interfaz respondió con un breve destello, indicando que el comando había sido ejecutado. Stan miró la pantalla, satisfecho pero inquieto.
—Ya está hecho. —Su voz tembló ligeramente.
Cuando volvió la vista hacia Anel, ella estaba de pie, inmóvil mientras una única lágrima brotaba de su rostro. Un segundo después, cayó al suelo como una marioneta cortada. Stan corrió hacia ella, gritando su nombre.
—¡Anel! ¡Anel, despierta!
Pero no hubo respuesta. Se inclinó sobre su cuerpo intentando sentir la respiración de su mujer. Con los nervios no atinaba. Busco con la mirada un espejo con la intención de ponerlo sobre sus labios y entonces comprendió.
—No… —murmuró.
Anel, Lena, era nombres especulares. Debió haber sospechado que eran la misma persona. Stan se desplomó junto a ella. Había ganado una importante batalla, pero había perdido todo lo que realmente importaba.
En química, el grupo 14 de la tabla periódica, conocido como el grupo del carbono, incluye elementos con la configuración electrónica general ns²np², lo que les da cuatro electrones de valencia. Los elementos de este grupo son el carbono (C), silicio (Si), germanio (Ge), estaño (Sn), plomo (Pb) y flerovio (Fl), un elemento sintético.