Ciencia

Fascinación por los cristales

Desde tiempos inmemoriales, los homínidos han sentido una profunda fascinación por los cristales, coleccionándolos sin un propósito práctico evidente. Esta atracción ancestral parece estar relacionada con las propiedades ópticas y geométricas de los cristales, que se distinguen notablemente de las formas naturales predominantes en la Tierra. En la naturaleza, donde casi todo se caracteriza por curvas y formas fractales, los cristales ofrecen algo único: líneas rectas y superficies planas, elementos ausentes en el entorno natural.

Juan Manuel García Ruiz, un reconocido científico, ha investigado esta fascinación por los cristales a lo largo de los años. En sus estudios más recientes, García Ruiz llevó a cabo experimentos con chimpancés, nuestros parientes más cercanos en el árbol evolutivo, para explorar esta atracción. Cuando se les presentaron cristales de cuarzo y calcita, los chimpancés mostraron un interés notable, dedicando tiempo a observar y manipular estos objetos. Incluso llegaban a llevárselos a sus dormitorios, lo que sugiere que la atracción por los cristales no es simplemente curiosidad, sino algo más profundo.

Este comportamiento sugiere que la fascinación por los cristales podría estar profundamente enraizada en la evolución de los primates, mucho antes de la aparición de los humanos modernos. La transparencia y la forma geométrica de los cristales probablemente evocaban un sentido de orden y belleza que resultaba intrigante para los homínidos. Esta atracción por los cristales, al no tener un origen claro en el entorno natural, podría haber alimentado las primeras ideas sobre lo trascendental o lo desconocido. Así, la colección de cristales por parte de los homínidos no solo refleja un interés estético, sino que, como sugiere García Ruiz, podría ser uno de los primeros indicios de pensamiento simbólico y de la capacidad de asombro ante lo inexplicable, un rasgo que ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes.