Juegos

La puntuación perfecta

Sarajevo, 1984. La competición de danza sobre hielo va a producir uno de los momentos más bellos en la historia de los Juegos Olímpicos. Ante una audiencia estimada de mil millones de televidentes y al son del legendario «Bolero» de Maurice Ravel, la pareja formada por los patinadores británicos Jayne Torvill y Cristopher Dean interpretó lo que muchos consideran como la más extraordinaria rutina que se haya realizado en su disciplina y que provocó toda clase de reacciones emocionales entre quienes pudieron verlo en directo.

Después de tres años arrasando en las competiciones con un patinaje rayano en la perfección, Sarajevo fue el lugar donde efectivamente alcanzaron la perfección misma. Con menos piruetas que nunca, con menos filigranas que nunca, pero con una enorme dificultad camuflada bajo una engañosa sencillez, sin cambio alguno de ritmo y con la cadencia tan monótona del «Bolero» de Ravel, desplegaron su impresionante sentido de la armonía y aquella compenetración mágica para cautivar a los asistentes y a cientos de millones de telespectadores —la mayoría de ellos completamente ajenos al patinaje— con la mejor actuación de su carrera. Incluso las cámaras de televisión que los seguían sobre la pista parecían participar de su hipnótica danza en lo que sin duda es uno de los momentos estéticos más gloriosos en la historia de los Juegos Olímpicos.

Ninguna pareja en la danza sobre hielo había volado a semejante altura y ninguna otra lo volvería a hacer después. Uno tras otro, los nueve jueces de la competición les otorgaron la máxima puntuación de 6 por la presentación artística de su programa, algo completamente insólito. El público enloqueció cuando se anunció la puntuación perfecta.