En 1933, el escritor británico James Hilton publicó la famosa novela Horizontes perdidos donde relata la llegada de un grupo de extranjeros a Shangri-La, un mítico monasterio budista perdido en la cordillera del Himalaya. Este precioso lugar, que se encontraba en un lugar desconocido del Tíbet, era un auténtico paraíso terrenal donde sus ciudadanos no envejecían jamás, a no ser que salieran de la ciudad…
Se cree que Hilton imaginó la ciudad Shangri-La inspirándose en el mítico reino de Shambhala, que en sánscrito significa lugar de paz
Sin embargo, al suroeste de China, en la provincia de Yunnan, muy cerca de la frontera con el Tíbet hay un gigantesco cartel que recibe a los viajeros que acuden por la zona con el texto «Bienvenido a Shangri-La». ¿Cómo es posible? ¿Tal vez Hilton conocía la auténtica Shangri-La y la describió fantasionamente en su novela? ¿Tal vez todos los habitantes de esta ciudad se mantienen jóvenes para siempre? Ojalá fuera así, pero no. El gobierno chino rebautizó a la ciudad de Zhondiang y a su monasterio de Sumtsenling con el nombre de Shangri-La para aprovecharse turísticamente de la leyenda.
En la lengua tibetana, las palabras cambian para mostrar respeto dependiendo de a quién nos dirigimos
La ciudad china de Shangri-La se encuentra a unos 3.200 metros de altitud, y dispone de un pequeño aeropuerto. Es la puerta de entrada al Tibet y tiene dos núcleos urbanos diferenciados: la ciudad antigua, también conocida como Dukezong, y la parte nueva o moderna de Shangri-La. En enero de 2014, un tremendo incendio destruyó la mitad de la ciudad vieja, hecha toda de madera, pero tras su reconstrucción la ciudad vieja ya luce como antes. Los habitantes de esta Shangri-La tal vez no sean inmortales pero al menos, la ciudad está preparada para durar muchos siglos.