En 2011, el periodista y director de cine australiano Craig Leeson cumplió su gran sueño. Durante ese año comenzó a rodar un documental sobre la ballena azul, una especie por la que sentía verdadera devoción desde que era niño. La sorpresa de Leeson y su equipo llegó cuando se dieron cuenta de que el hábitat de las ballenas que estaban grabando se encontraba repleto de residuos plásticos. Tapones, restos de bolsas (e incluso un paquete de galletas sin abrir) flotaban en la superficie marina, convirtiéndose en la nueva comida de los cetáceos.
Cada año se arrojan a los mares alrededor de ocho toneladas de plástico, lo que quiere decir que cada minuto un camión lleno de basura se vierte en el mar
Así empieza A Plastic Ocean, un documental en el que Craig Leeson recorre el planeta mostrándonos el alto nivel de contaminación que existe en los océanos del mundo. A lo largo de este viaje se nos muestran imágenes impactantes: poblados construidos sobre mantos de plástico, suelos marinos llenos de basura (botellas, ruedas de neumático y hasta bombas de guerra fallidas), una flora completamente destruida y gran cantidad de animales marinos muy afectados por la ingesta de estos residuos. Además, este no es solo un problema de los habitantes del mar. Los humanos, al alimentarnos de pescado, también acabamos consumiendo restos de plástico perjudiciales para nuestra salud.
Para garantizar su supervivencia, todos los ecosistemas del planeta dependen de océanos y mares sanos
Aunque su visionado es duro en ciertos momentos, A Plastic Ocean es un documental muy necesario. Gracias a él entendemos que la crisis del plástico es un problema que afecta a todas las especies por igual y también el poder que nosotros, los humanos, tenemos para disminuir su impacto en mares y océanos. Solo con reciclar adecuadamente o reducir el consumo de plástico ya estamos aportando nuestro granito de arena. No debemos olvidar que los grandes cambios se consiguen con pequeñas acciones.