En nuestra cultura la idea del genio creador que realiza su trabajo en soledad, sin ninguna colaboración, es un concepto muy arraigado. Sin embargo, ¿qué nos dicen los nombres de Lennon y McCartney, Oliver y Benji, Goscinny y Uderzo? Desde la pareja de compositores de The Beatles hasta el dúo futbolístico que vino de Japón o los autores de la célebre serie de historietas Asterix, se trata de integrantes de notables duplas creativas que produjeron una obra más grande que la suma de sus talentos.
El caso de John Lennon y Paul McCartney —fundadores de la banda de rock más famosa de todos los tiempos— es tal vez el mejor ejemplo de personalidades complementarias al servicio de una tarea común
La tarde del 6 de julio de 1957, McCartney, de quince años, se dio una vuelta por el patio trasero de la iglesia de San Pedro, en los suburbios de Liverpool. Allí, en un festival organizado por la parroquia local, actuaba, entre otros números musicales, The Quarrymen, una banda de rock liderada por Lennon, de dieciséis. Un amigo en común los presentó después del recital y algunas semanas más tarde Paul ingresó en el grupo. Pasado un tiempo, McCartney invitó a su amigo George Harrison a unirse a la formación.
En 1960, «The Quarrymen» cambió su nombre a «The Beatles» y en 1962, con la llegada de Ringo Starr, se estableció la formación definitiva de los así llamados «Fab Four »
La colaboración musical entre John y Paul contrarrestó las debilidades individuales y potenció sus fortalezas artísticas: cuando The Beatles se separaron en 1970, Lennon y McCartney habían escrito juntos casi doscientas canciones. Así, el ingenio melódico de Paul atenuó cierta tosquedad de John mientras que la osadía natural de Lennon moderó la actitud más complaciente de McCartney. Como quiera que haya sido, a mediados del siglo pasado, estos veinteañeros cambiaron la música y el mundo.