La simbiosis es un concepto muy extendido en el reino animal y vegetal, basado en una estrecha relación entre dos seres, de forma que al menos uno de ellos obtiene un beneficio de esta asociación. Uno de los ejemplos de simbiosis más curiosos tiene como protagonistas a las rémoras y los tiburones. Las rémoras no suelen superar los 40 centímetros de largo, y cuentan a la altura de la cabeza con un mecanismo de succión que les permite adherirse a otros animales. Habitan en los océanos de todo el mundo, y a menudo las encontramos cerca de los arrecifes de coral.
Hay tres tipos de simbiosis: mutualismo, comensalismo y parasitismo, cuya diferencia está en si ambas partes salen beneficiadas o solo una
A pesar de que pueden nadar perfectamente en solitario, las rémoras prefieren vivir adheridas a los tiburones para alimentarse de los restos de comida que se les escapan de la boca, desplazarse por el medio marino sin realizar ningún esfuerzo y protegerse de otras especies. De esta forma, la dieta de las rémoras se basa, además de en los restos de comida, de unos parásitos llamados copépodos, e incluso de las heces de los propios tiburones.
Los líquenes son una especie resultado de una simbiosis entre un hongo y un alga
Aunque suelen adherirse a los tiburones, también pueden asociarse a otras especies marinas como tortugas, o incluso a otras superficies de las que puedan obtener alimento, como barcos. A pesar de todo, parece que las rémoras pueden ser un estorbo para los tiburones. No en vano, la palabra rémora proviene del latín ‘remorari’, que significa ‘atraso’. No obstante, esta unión también es beneficiosa para los tiburones, ya que las rémoras limpian las escamas sueltas de su piel y los protegen de los residuos que se les adhieran.