Seguramente sea el hundimiento más conocido de toda la literatura universal. Absoluto, hasta quedar en ruinas. Piedras derruidas, otras que se hunden en un pantano que huele raro y donde hay atmósfera extraña. Te hablo de La caída de la Casa Usher, uno de los cuentos magistrales de Edgar Allan Poe. Su autor, que vivió en el siglo XIX, era un alma atormentada. Depresivo, melancólico, con múltiples problemas mentales y en sus relaciones con otros.
Poe amaba a los gatos. Caterina, la gata que le hacía compañía, se deprimía cada vez que el viajaba y cuando él murió, ella también
Igual no te parece el mejor de los amigos, pero escribió algunos de los relatos y poemas más inolvidables de la literatura. Sobre todo en el género de terror. Vamos, que leer a Poe asusta, asusta mucho. No porque haya fantasmas, ni fenómenos sobrenaturales sino por la ambientación. Cuando lees La caída de la Casa Usher te envuelve una atmósfera especial, una con la que sientes la soledad de esa familia a punto de extinguirse, la fragilidad que rige las vidas de los -pocos- personajes que hay en la narración. De noche, casi a oscuras, incluso podrás escuchar ruidos metálicos a lo lejos. Que Poe sea, seguramente el escritor que más ha influido en la literatura de terror tiene su explicación en sensaciones como esas.
El final original de Drácula era muy, muy parecido al de este cuento, hasta que Bram Stoker decidió cambiarlo precisamente por esa similitud. Hasta ahí llega la influencia de Poe…
También hay peli. Una inolvidable, del año 1960. La ambientación de esta es inmejorable; llena de candelabros, escaleras retorcidas, sombras misteriosas y una casa que parece encerrar todos los males. Estilo gótico con un punto de exceso, para entendernos. El protagonista es Vincent Price, un tipo alto y delgado, de voz profunda, que se tiro media vida haciendo cine de terror. Igual lo recuerdas -ya muy mayor- como el inventor que «crea» a Eduardo Manostijeras en el film de Tim Burton. Película y cuento son -casi- igual de recomendables.