Raquel García Uldemolins (Barcelona, 1972) es licenciada en Filología Inglesa, aunque su pasión por dibujar le permite compaginar su trabajo como traductora con la ilustración, el humor gráfico y la realización de cómics.
Desde que conoció a la matemática Clara Grima, su lápices y pinturas trabajan sin descanso en la divulgación de la ciencia y en animar a las chicas a que se hagan científicas. Los libros en los que participa están traducidos, entre otros, al coreano y al chino. Su último cómic es «Científicas: pasado, presente y futuro», en el que cuenta la vida de cinco mujeres que hicieron contribuciones científicas de máximo nivel.
Desde tus inicios trabajas de forma continua con mujeres y divulgación científica. ¿Qué lleva a una filóloga inglesa e ilustradora a conectar de este modo tan especial con el feminismo y la ciencia?
¡Buena pregunta! Supongo que la curiosidad y las ganas de aportar algo, de colaborar, de poner un granito de arena para dar visibilidad a temas que considero muy importantes. Valoro muy especialmente los proyectos que tienen sentido, los que transmiten un mensaje, los que permiten aprender y aportan algo más.
¿Cuándo empezaste a dibujar?
Me gusta decir que dibujo desde que pude sujetar un lápiz. Es lo que más me gusta, y cuando era pequeña dibujar era para mí una forma de jugar, de inventar historias, de “retratar” lo que se me pasaba por la imaginación… Dibujar era un mundo fascinante en el que vivir aventuras, en el que refugiarse y en el que divertirse; y todavía lo sigue siendo.
¿Quién o qué consideras que fue tu principal influencia en el dibujo?
Mi principal influencia fue mi madre. Se llamaba Tònia, era ceramista y dibujaba muy bien; nos pintaba cuentos e historietas a mi hermana Helena y a mí, y también nos dibujaba personajes que después nosotras recortábamos para jugar con ellos, como si fueran muñecos en 2D. Los llamábamos ninos de paper (muñecos de papel). Después, con la lectura de los primeros tebeos que corrían por casa, mis primeras influencias comiqueras fueron muy variopintas: Uderzo, Hergé, Quino, Schulz, Jan, Roger Leloup y el gran Harold Foster.
¿Qué es lo que más te divierte de tu trabajo?
Además de ir viendo qué es lo que va a “aparecer” en esa lámina o en ese trozo de papel que tengo delante cuando empiezo a dibujar, una parte que me divierte mucho de mi trabajo es la de la documentación: buscar información sobre lo que voy a dibujar, investigar… A veces me despisto porque, buscando, buscando, me quedo absorta leyendo o viendo imágenes sobre temas relacionados con lo que busco y, sin darme cuenta, el tiempo va pasando y la lámina sigue en blanco… [risas]
En cuanto al dibujo eres autodidacta. ¿Qué aporta formarte por ti misma?
Ser autodidacta me ha aportado mucha libertad. He dibujado lo que he querido cuando he querido y como he querido, en plan salvaje, observando mucho todo lo que me rodea, tanto para dibujar bicicletas como para trazar perspectivas, funcionando a lo bestia a base de prueba y error, equivocándome y buscando recursos y truquitos. El aprendizaje ha sido más lento, pero también ha resultado muy natural y muy a medida de mis necesidades en cada momento. Ha sido como un juego de descubrimiento.
¿Cómo de importante ha sido para ti la relación de tus padres con el arte?
Mi padre compaginó su trabajo de delineante con la escultura y mi madre era ceramista y dibujante, lo que me permitió crecer en un entorno donde el arte estaba tan presente y era tan accesible que mi hermana y yo lo vivíamos de una forma muy natural, como un elemento más de la vida, sin ideas artificiosas o elitistas. Es algo que valoro mucho porque me parece muy importante poder asimilar desde la infancia el arte como algo cercano, natural e inherente al ser humano. Además, crecer en un entorno así te enseña a apreciar la diversidad de la belleza de las formas de una manera muy libre y personal.
También te dedicas al humor gráfico. ¿Cómo o dónde encuentras la inspiración?
La inspiración está siempre ahí: en el día a día. Es como si los humoristas gráficos tuviéramos una especie de antena que siempre está activada y nos permite detectar situaciones que pueden convertirse en una viñeta o en una tira. A veces nos sirve para compartir algo que nos parece gracioso, a veces para criticar algo que nos parece injusto, a veces para reflexionar sobre algo que nos parece preocupante… Y es que aunque incluya la palabra «humor», el humor gráfico no solo sirve para reír, también sirve para pensar y para denunciar.
¿Cómo es todo el proceso de creación?
Suelo ir anotando todas las ideas que se me ocurren en una libretita para no olvidarlas, luego las repaso y elijo las que quiero dibujar. Primero las trazo a lápiz, sin mucho detalle; después las paso a tinta y añado los detalles; y por último las escaneo y las termino con la tableta gráfica en la pantalla del ordenador, añadiendo los textos y puliendo el resultado final.
¿Has tenido algún problema a causa de tu trabajo como humorista?
No, por suerte nunca he tenido ningún problema a causa de mi trabajo, pero sé de autores que han tenido problemas serios. Me parece terrible que en pleno siglo XXI se denuncie a humoristas gráficos porque alguien se ha ofendido por un dibujo.
Son ya muchos años trabajando codo con codo con Clara Grima, docente universitaria y divulgadora de Ciencias Matemáticas. ¿Cómo surgió la posibilidad de trabajar con ella?
¡Esto fue muy divertido! A finales de 2010 yo preparaba mi primer libro, una recopilación de columnas ilustradas de humor sobre el mundo de los niños y los adultos que escribía y dibujaba para la revista Time Out Barcelona. Para completar el libro decidí incluir un último capítulo con frases graciosas de niños y niñas. Empecé con mi sobrino Ot, que entonces tenía cinco años y era una mina, y mis amigos más cercanos con hijos comenzaron a pasarme frases graciosísimas. La búsqueda de frases se fue ampliando cada vez más y una amiga mía, Mamen, me pasó unas frases desternillantes de los hijos de su amiga Clara: Salvador y Ventura. Eran tronchantes, y a través de Mamen pedí permiso a Clara para publicarlas en el libro.
Clara aceptó encantada. Cuando el libro estuvo terminado, escribí a Clara para darle las gracias e invitarla a la presentación, en abril del 2011. Ella estaba en Sevilla y yo en Barcelona, y pensé que sería imposible que pudiera asistir. Pero lo hizo. Nada más empezar la presentación, con toda la sala llena, entraba una pelirroja sonriente por la puerta. “¡Esa es Clara!”, pensé. ¡Fue un flechazo de amistad! Aquel día surgió un proyecto en común, el blog de Mati y sus mateaventuras, y a partir de ahí, el resto es historia.
¿Estás siempre dispuesta a colaborar en sus proyectos?
Sí, yo con Clara voy al fin del mundo. Además de en España, hemos publicado libros juntas en Francia, Canadá, Corea del Sur, China… Todo lo que he vivido con ella, en lo profesional y en lo personal, ha sido muy especial. Conectamos muy bien, nos entendemos de maravilla y eso facilita un montón el trabajar a distancia. Además, Clara siempre participa en proyectos muy interesantes.
Otro de tus proyectos más chulis es el que haces en la colección experimenta. Mientras hacías los dibujos, ¿te entraban ganas de hacer los experimentos? ¿Hiciste alguno?
¡La verdad es que sí! ¡Es que son unos experimentos muy llamativos que, además, puedes hacer fácilmente con cosas que tengas en casa, y te das cuenta de que la ciencia está por todas partes, mucho más cerca de lo que podrías pensar! Recuerdo que el primero que hice con mis sobrinos fue el de «electricidad en tu pelo».
La ciencia no fue tradicionalmente terreno amistoso para las mujeres. ¿Consideras que esto ha ido cambiando con los años?
Pienso que es algo que ha ido cambiando con los años lentamente, y que cada vez hay más mujeres que se dedican a la ciencia. Un buen ejemplo son los eventos de Naukas, los grandes encuentros de divulgación científica en nuestro país, que en cada edición cuentan con muchas científicas entre sus ponentes.
Por Naukas han pasado Clara Grima, Teresa Valdés Solís, Conchi Lillo, Gemma del Caño… Pero también es verdad que aún queda mucho trabajo por hacer. Quiero pensar que progresamos adecuadamente y que cuando mi sobrina Ula, que ahora tiene 10 años, sea adulta, el papel de la mujer en ámbitos como la ciencia o la política estará mucho más normalizado que ahora.
¿Te has sentido discriminada alguna vez en lo profesional?
En el plano estrictamente profesional, no; sí que algunas veces he percibido cierta condescendencia por parte de algún colega, pero son situaciones aisladas. En cambio, fuera del plano profesional sí que he tenido que aguantar más de un comentario repelente, como que en una presentación un asistente no dejara de cacarear que “las mujeres no saben hacer humor gráfico, solo saben hacer ilustración”; que en una cena de dibujantes den por supuesto que por ser mujer soy la novia de alguien y no una dibujante; o que un conocido, al saber que iba a empezar a ir a dibujar en directo en un programa informativo matinal de la televisión autonómica de Cataluña junto a otros humoristas gráficos, me soltara que no bastaba con dibujar medio bien para hacer viñetas… Lo bueno es que todo esto es muy buen material para hacer tiras cómicas.
Uno de los principales valores de tu último trabajo, el cómic de Científicas, es alentar la vocación en ciencia. ¿Por qué crees que es tan importante?
Es extremadamente importante que los niños y las niñas tengan muy claro que no hay «carreras de chicos» y «carreras de chicas», y que en ese sentido cada cual puede estudiar lo que quiera, sin ponerse límites. Pienso que nuestra sociedad, la humanidad y el mundo serán mejores cuando superemos esos límites absurdos. Quién sabe, quizá hemos perdido por el camino a grandes mentes que podrían haber brindado grandes aportaciones a la humanidad porque, en su momento, alguien les quitó de la cabeza estudiar una carrera de ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas diciéndole que eran «carreras de chicos»…
En «Guía genial para una chica como tú», Nora Rodríguez habla sobre la pubertad y los cambios que esta etapa trae a las niñas en un intento de apoyarlas en este momento tan decisivo. Para ello, la autora señala la importancia de hacerlo desde la confianza.
¿Cómo crees que las ilustraciones, en este caso las tuyas propias, consiguen fomentar esa complicidad con el lector?
Creo que son unas ilustraciones sencillas, simpáticas y muy «reales», por así decirlo: cuando las dibujaba, intenté retratar personajes que fueran muy diferentes y lo más auténticos posible: niñas y niños con los que realmente me pudiera cruzar por la calle, con ropa real, peinados reales, gestos reales… El libro habla de cosas que pasan de verdad a personas de verdad y por eso pienso que es importante que los dibujos también se vean «de verdad», que sean «cercanos». Creo que así el público quizá se sienta más identificado con el libro, no solo por lo que cuenta y por cómo lo cuenta, también por los dibujos que acompañan al texto, porque esa cercanía le inspire confianza. Para el segundo libro de esta colección, que ya estamos empezando a preparar, mi idea es seguir con la misma premisa y mejorarla si cabe.
«Sana, sanita: Diario de un enfermero de pediatría», es un cómic en la que se narran las aventuras de un enfermero en las consultas de pediatría. ¿Cómo afrontas el proceso de documentación en una obra que necesita tanto rigor?
Tuve la suerte de contar con la generosidad de Armando, que me ayudó un montón. No solo me facilitó toda la información que necesitaba, pasándome fotos y resolviendo todas mis dudas; es que, además, en una parte del cómic en la que se produce una situación de vida o muerte y los personajes tienen que aplicar un protocolo médico muy concreto, me hizo un boceto con los pasos clave que debían seguir los personajes y me sirvió de gran ayuda. Armando además de haber escrito la historia, es quien vive el día a día de un enfermero de pediatría y podía contarme de primera mano y con todo el rigor cualquier cosa relacionada con su trabajo. El rigor y el humor son dos elementos que considero esenciales en mi trabajo.
¿Disfrutas más con la ilustración, con el humor o con los cómics?
Dibujando un cómic me lo paso genial, es una aventura; dibujando una ilustración (¡siempre con música de fondo!) me lo paso también muy bien y me relajo, pero cuando más me divierto es con el humor, porque dibujar una viñeta o una tira cómica me obliga a sintetizar mucho una idea, a encontrarle lo esencial, a contar mucho con muy poco, a cazar una chispa.
¿Cuál es el trabajo del que te sientes más orgullosa?
Por ahora es el cómic Científicas: pasado, presente y futuro porque, además de que es un proyecto en el que he trabajado junto a un equipo humano estupendo, es una iniciativa sin ánimo de lucro impulsada por la Universidad de Sevilla y es como regalar conocimiento. Al ser un cómic de descarga gratuita, todos los centros educativos que lo deseen pueden utilizarlo en el aula. ¡Sería muy bonito que un proyecto así inspirara a futuras científicas y a futuros científicos!
¿Te planteas volver a la Filología Inglesa en algún momento o consideras que tomaste la decisión correcta al apartarte de este camino?
Pues es que en realidad nunca me he apartado del todo del camino de la Filología, porque es lo que me ha permitido dedicarme a la traducción, que es mi otro trabajo. Es muy difícil vivir exclusivamente de la ilustración y los cómics, por eso también me dedico a la traducción, que también me apasiona. De hecho, casi podría decirse que todo lo que hago es “traducción”, porque por un lado traduzco textos de un idioma a otro y por el otro traduzco ideas en dibujos. También hay por ahí un doctorado que dejé a medias y que siempre he querido terminar algún día… ¡Veremos!
Mirando hacia el futuro, ¿qué retos tienes en mente? ¿Qué expectativas depositas en lo que viene?
Mi mayor reto es seguir dibujando y seguir aprendiendo siempre, ser feliz con lo que hago y emprender cada nuevo proyecto con la ilusión infinita de la niña que todavía llevo dentro. ¡Y puestos a soñar, algún día me gustaría dibujar una cubierta para el New Yorker o para algún álbum de Wilco.