Libros

Los amigos imaginarios

 

“LOS INVISIBLES”

JUAN BONILLA. HIPERIÓN, 2008. CON ILUSTRACIONES DE RAFAEL BAENA PASTOR

 

¿No os habéis preguntado alguna vez por qué es tan habitual tener un amigo imaginario en la infancia? El primer poema de este gran libro nos da una pista: un amigo invisible «no es nada más que un oído» que «viene a ofrecer consuelo». Todos necesitamos que nos escuchen y consuelen. Y cuando digo todos, es todos. En este libro, por ejemplo, se nos anima a imaginar cómo es el amigo imaginario de imaginario de Napoleón, Nerón o el de Nadal … También «el que enseñó a hacer giros a Bisbal».

Llama la atención que, en un libro dedicado a los amigos invisibles, se dedique un poema a los enemigos imaginarios (esos que, «si sacas notables, te recuerdan que hay sobresalientes»). Pero, bien pensado, tampoco es tan raro. Aunque parecen estar en contra nuestra, nuestros enemigos imaginarios solo buscan que nos superemos y demos lo mejor de nosotros, como uno de esos coach que se han puesto de moda (con la ventaja de que sus trucos para motivarnos son gratis).


Juan Bonilla es también autor de otro fantástico libro de poemas, titulado como una de las emblemáticas frases del gran Bart Simpson: Multiplícate por cero


Además de ser muy divertidos, los poemas que componen este magnífico libro tienen la virtud de hacernos pensar sobre cuestiones importantes, como quién fue el primer amigo invisible (dejamos aquí un gran espacio en blanco para que cada uno trate de adivinar quién pudo ser) o la identidad. En el que para mí es uno de los mejores poemas del libro (“Un laberinto cuyo centro es la duda”), Bonilla escribe: “Un niño son dos niños/que juegan a buscarse/sin encontrarse nunca”. Creo que no se puede ser más certero en tan poco espacio.


Dice el autor que si su libro lleva al lector a otros poemas, se dará por satisfecho. A mí me ha llevado a El libro de los gatos sensatos de la Vieja Zarigüeya, de T.S. Eliot, libro que gustará a niños y no tan niños


Hay también otro tipo de amigos invisibles que se parecen mucho a los que ya no están. Porque, como bien dice Bonilla, que alguien «ya no sea de piel, no significa que no sea nada». Lo mismo podríamos decir de los amigos imaginarios cuando nos hacemos mayores: aunque ya no los veamos, y hayamos dejado de oírlos, nunca se van del todo. Como este libro de Juan Bonilla, que permanecerá mucho tiempo en el recuerdo de todo aquel que lo lea.