Todo el mundo sabe que hay ocho planetas en el sistema solar: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Y que fueron los romanos quienes pusieron nombre a estos planetas, bautizándolos con el nombre de algunos de sus dioses. Pero, ¿sabías que lo hicieron así porque los planetas parecían actuar como esos dioses?
Eso sí: para entender cómo ocurrió esto hay que tener en cuenta que en la Antigüedad no existían los telescopios. Los griegos y los romanos veían los planetas tal y como aparecen en el cielo nocturno, como un puntito de luz semejante a una estrella. La diferencia es que estas «estrellas» se mueven por el cielo a lo largo del año; por eso las identificaron y las llamaron «planétes», que en griego significa «errante» o «vagabundo».
Ten en cuenta también que los antiguos tenían una visión geocéntrica del universo. Es decir, pensaban (equivocadamente) que la Tierra estaba en el centro y que todo lo demás (la luna, el sol, los planetas y las estrellas) orbitaba a su alrededor.
Mercurio, el planeta saltarín
Estos errores de cálculo fueron los responsables de que Mercurio recibiera ese nombre. Los primeros que observaron este planeta fueron los asirios, un antiguo pueblo de Oriente Medio, hace más de 3500 años. Y lo llamaron «el planeta saltarín», ya que Mercurio se mueve por el cielo nocturno de forma confusa: hacia adelante, hacia atrás, de lado a lado… No se dieron cuenta de que Mercurio simplemente orbita muy cerca del sol y de que lo hace muy rápidamente, así que este comportamiento les parecía muy extraño. Más tarde los antiguos griegos lo identificaron con Hermes, el mensajero divino, porque parecía que corría de lado a lado entregando mensajes entre los demás planetas/dioses. Y después los romanos le pusieron el mismo nombre que tenía ese dios en su idioma: Mercurio.
Venus, el planeta doble
Venus aparece en el cielo dos veces cada noche: al amanecer y al atardecer. Y por esa razón muchos pueblos antiguos pensaron que no era un planeta, sino dos. Aunque los romanos sabían que Venus era un único planeta (y en sus libros de astronomía le pusieron el nombre de su diosa de la belleza, Venus), siguieron la tradición de llamarlo con dos nombres: Lucero al amanecer y Vesper al anochecer. Y hoy en día seguimos haciendo algo parecido: al Venus matutino lo llamamos «Lucero del alba» y a las últimas horas de la tarde las llamamos «vespertinas».
Marte, el planeta rojo
La superficie de Marte está cubierta de óxido de hierro, lo que le da al planeta un color rojizo (incluso al mirarlo sin telescopio). Por eso casi todos los pueblos antiguos (los babilonios, los egipcios, los chinos…) lo asociaron con la guerra y la sangre. También los griegos, que se lo dedicaron a su dios de la guerra (Ares) y los romanos, que le pusieron al planeta el nombre del suyo (Marte). Cuando se descubrieron las dos pequeñas lunas de Marte, se les puso el nombre de los dos hijos del dios Marte en la mitología griega: los hermanos gemelos Fobos y Deimos.
Júpiter, el padre de los dioses
Si se mira desde la Tierra, parece que Júpiter circula lentamente por el cielo (al menos si se compara con Marte, Venus o Mercurio). Pero Júpiter no es más lento; simplemente está más lejos. Pese a eso, Júpiter es uno de los planetas que más brillan en el cielo nocturno. Los antiguos astrónomos pensaron que si Júpiter estaba lejos, pero brillaba tanto, entonces debía ser muy grande… ¡Y acertaron! Por eso los romanos le pusieron el nombre del rey de los dioses. Desde que Galileo descubrió sus primeros satélites en el año 1610 se han descubierto setenta y nueve, ¡todo un enjambre de lunas! Y todas tienen nombres de amantes y descendientes del dios: Europa, Ío, Ganímedes, Calisto…
Saturno, el señor de los anillos
Aunque Saturno es el planeta más hermoso del sistema solar, para los antiguos griegos (que no tenían telescopio y no podían ver sus anillos) era uno de los menos llamativos: brillaba poco y circulaba muy despacio por el cielo. También era, según ellos, el último planeta y el más lejano de todos. Como parecía supervisar a los demás planetas, cuyos ciclos eran determinantes en el calendario, le dedicaron el planeta a Cronos, el dios del tiempo, a quien los romanos llamaron Saturno. Saturno también tiene muchas lunas (actualmente se conocen ochenta y dos) y todas tienen nombre de titanes (es decir, miembros de la primera generación divina, como el dios Saturno). Algunas de estas lunas son Titán, Rea, Jápeto y Dione.
Urano, el dios del cielo
Los griegos y los romanos no sabían que Urano existe, ya que no se puede ver en el cielo a simple vista. Urano fue descubierto en 1781 por William Herschel y le puso ese nombre por su posición: si después de Marte estaba su padre (Júpiter) y después de Júpiter estaba su padre, (Saturno), era lógico que después de Saturno estuviese su padre (Urano). Las lunas de Urano tienen nombres de personajes de obras de William Shakespeare y de poemas de Alexander Pope: Miranda, Ofelia, Calibán, Oberón, Titania…