Marion Montaigne (Isla de Reunión, 1980) es una historietista francesa que escribe y dibuja especialmente sobre ciencia. Aunque siendo adolescente quiso estudiar biología, finalmente se decantó por las artes gráficas y la animación. En 2008 puso en marcha el webcómic de divulgación científica Morirás menos idiota en el que el Profesor Moustache responde con humor a cuestiones sobre ciencia y biología. Ahora se publica en España la novela gráfica En órbita con Thomas Pesquet, en la que se narran las peripecias de este ingeniero francés para conseguir ser astronauta de la ESA y poder viajar a la Estación Espacial Internacional.
Si fueras el «presidente del mundo», ¿qué es lo primero que harías? ¿Qué cosas?
¡Una pregunta difícil! Evidentemente, creo que haría todo lo posible para mejorar la protección del medio ambiente. Aunque creo que para dejar de destruirlo ya casi haría falta hacer sacrificios propios de tiempos de guerra. Si solo fuera presidenta de Francia, creo que no dormiría por la noche, así que del mundo, imagínate…
Naciste en la isla de Reunión y allí viviste tus tres primeros años. ¿Has vuelto? ¿Por qué es interesante Reunión?
Sí, pude volver acompañada de mis padres y mis hermanos y hermanas cuando tenía 18 años. Y hace algunos años a causa de un festival de cómic. Adoro los bosques tropicales y dar caminatas hasta el volcán. Evidentemente para mí es fascinante volver, porque viví allí cuando era un bebé.
Has vivido tu infancia y adolescencia en varios sitios debido a la profesión de tu padre. ¿Cómo crees que esto te pudo influir en tu desarrollo personal?
Para empezar, no sabría al equipo de qué ciudad animar porque amo muchas de ellas. Mudarse no es fácil, sobre todo cuando eres una niña. Con cada traslado es todo tu universo el que se pone patas arriba. Mudarme tanto no me ayudó mucho porque era muy nerviosa. En relación a la amistad es un poco desestabilizante porque sabes que perderás a tus amigos en 4 años. En el mejor de los casos, te mantienes en contacto pero sabes que esa amistad se enfriará poco a poco. Y después harás otros amigos.
¿Siempre te interesó el arte y las ciencias?
De niña vagueaba mucho en el jardín, e incluso de adolescente, cuando volvía a casa desde el colegio o del instituto al mediodía. Tuve insectos, ranas, ratones, también tuve una rata, tortugas, peces, renacuajos… cultivé patatas y también intenté cultivar musgo. Desenterraba raíces imaginando que participaba en un reportaje de televisión en la Amazonia. Y cuando hice el curso de biología en secundaria, me gustaba especialmente cuando estudiábamos los animales o las plantas. Sentía que era la única asignatura que tocaba la realidad.
¿Por qué decidiste estudiar una carrera de arte y no de ciencias?
Sencillamente porque creía que no era capaz de hacer ciencias. Pensaba que no bastaba solo con ser buena alumna sino que había que ser la mejor. Yo era trabajadora, pero mediocre, y me decía que solo los alumnos que sacaban nueves sin esfuerzo podían hacer estudios científicos. Sin embargo, más tarde, descubrí que mis profes no pensaban lo mismo. En realidad, fue un problema de confianza en mí misma y de comunicación, y de ayuda. Pero yo estaba encerrada en mí misma y me sentía perdida, adolescente.
Tus primeros cuatro trabajos los publicaste en solo tres años, ¿tenías prisa por darte a conocer?
¡No me di cuenta! Al final, era menos de un álbum al año. Lo que no se percibe es que algunos de esos libros eran compilaciones de páginas realizadas durante los dos años anteriores a su publicación. Así que da cierta sensación de compresión. Pero después, tienes que vivir, así que deben publicarte.
Háblanos de esos primeros trabajos. ¿Cómo se te ocurre la idea del profesor Choupsky? ¿Por qué el cambio al profesor Moustache?
Hay muy pocos que los relacionen. Pero efectivamente, el primero es un poco el antepasado del segundo. De hecho, es un poco yo, pero no del todo. Para explicar los hechos científicos, siempre es necesario un personaje con conocimientos, la figura del profe. El hecho de que sea un poco excéntrico, tenga bigote y mal carácter, me permitía hacer un profesor que no fuera perfecto, que no se lo tomara todo tan en serio y que no diera clase.
La enseñanza es uno de esos campos en los que hay más mujeres que hombres. ¿Por qué un profesor y no una profesora?
De hecho en el blog, el profe es siempre llamado «la profe». Es una mujer con bigote o un hombre con pechos. Ella/ Él son los dos. Nathanaëlle es su compañera de barba.
¿Crees que si no hubiera más hombres que mujeres en la ciencia y en el mundo del cómic estos ámbitos serían diferentes?
Es una pregunta complicada por lo que se sobreentiende en ella: ¿Hacemos las mujeres cómics diferentes que los hombres? Y si hubiera más mujeres que hombres en el mundo del cómic, querría decir que estamos en otra sociedad que yo ignoro. Así que no lo sé.
¿En Twitter eres solo el profesor Moustache o también tienes una cuenta con tu nombre?
No, solo está el profe. Es mi productor que la ha creado desde cero para mí. Yo escribo un poco, pero no me siento muy cómoda en Twitter.
Respecto a las redes sociales, ¿las has utilizado para dar a conocer tu trabajo o te interesan por otros temas?
Usé sobre todo un blog, que no es verdaderamente una red social. Sin embargo, sí, Facebook, Twitter, Instagram son también útiles para anunciar las sesiones de firmas y las apariciones de los libros. También las utilizo para descubrir otros dibujantes del mundo entero con mucho talento.
¿Qué te motivó a empezar el blog «Morirás menos estúpido»?
Era mi pequeño espacio para hacer mis páginas que explicaban mis lecturas científicas. Eran dibujos para mí misma. No había intención de hacer un álbum completo, porque faltaba un hilo conductor. Era ideal por su formato de «artículos», podía pasar de un tema a otro sin transición, como permite el formato del blog. Además, la verticalidad no obligaba a tener un número de viñetas fijo, y eso era muy práctico.
¿Qué tiempo pasó desde que lanzaste el blog hasta que te propusieron adaptarlo para televisión?
Fue muy rápido. Arnaud Colinard, productor de Agat Film Ex/nihilo fue el que vino primero a proponerme una adaptación aunque no acepté de inmediato. Quería convertirlo primero en un álbum de cómic. Fue cuando ya estaba publicado que respondimos juntos a una convocatoria de la cadena Arte. Y es con ese productor que hice la serie. Porque me sentía cómoda con
él, había comprendido el tono y quería defenderlo.
¿Cómo surgió la posibilidad de trabajar con Thomas Pesquet?
Fue un cúmulo de circunstancias. En 2015 había propuesto a mi editora en Dargaud hacer un proyecto sobre el espacio. Al principio quería, sin ser muy concreta, hablar de la exploración de Marte. Fue entonces cuando descubrí que Thomas me había hecho un comentario en el blog que ni siquiera había visto. Reaccionaba (y bien) a un cómic en el que me burlaba de los astronautas. A partir de ahí pudimos conocernos. No era aún tan célebre como hoy en día. Pero fue genial porque me ha permitido hacer este cómic. Thomas fue muy abierto y guay. Este álbum también ha sido una verdadera aventura para mí.
¿Alguna anécdota que no hayas mencionado en el libro?
En realidad, he contado muchas cosas. Las que no he contado no es porque no se puedan contar sino porque muchas eran muy largas. Sobre todo para hacerlo en este formato.
¿Esperabas que En órbita con Thomas Pesquet tuviera tanto éxito?
Sí y no. Cuando comencé a trabajar sobre el tema, Thomas Pesquet no era aún tan mediático. Cuando le hablaba a la gente sobre de qué iba a ir el álbum, no sabían de quién se trataba. En aquel momento interesaba porque era astronauta, no porque fuera Pesquet. Y después, las cosas se invirtieron. Yo misma estaba un poco nerviosa cuando acababa el álbum porque pensaba que si era malo, no pasaría desapercibido. Quería estar a la altura de la confianza que Thomas había puesto en mí. En aquel momento tenía mucho mucho miedo de meter la pata. Afortunadamente ha tenido buena recepción.
¿Cuántos premios has recibido?
Un premio del festival Margouillat de mi isla natal (La Reunión), dos Fauves en Angoulême (Premio del Público) y recientemente uno el Gran Premio de Saint Malo.
¿Cómo explicas que el cómic en Francia y en Bélgica tenga mucho más éxito que en otros países?
No soy experta en historia del cómic. Desde que recuerdo, en Francia y Bélgica, ha gustado mucho el álbum en tapa dura. Desde pequeña, iba a la biblioteca a tomar prestados los clásicos como Tintín, Astérix, y esa es la base de álbumes emblemáticos que han forjado el gusto por la historieta. Tratamos, a pesar de la desaparición de las revistas y de las desapariciones en prensa, de perpetuar esa tradición.
¿Cuáles son tus referentes en el mundo del cómic?
Han evolucionado con el paso del tiempo. Cuando era pequeña, me encantaba Yakari; luego, de adolescente, estuve fascinada por el manga, con autores como Katshuhiro Otomo pero gráficamente estoy en la misma escuela que Reiser o Bretecher. Ahora, admiro a gente que no tienen para nada el mismo estilo que yo, como Florence Dupré Latour o Frederick Peeters.
¿Y en el campo de la divulgación científica?
Me gusta mucho el trabajo de Bill Bryson, especialmente su libro Una breve historia de casi todo que me recomendó mi colega Bolet. También me gustan los libros de Mary Roach como Fiambres y Glup. Ambos son autores anglosajones que no son científicos, y me resulta atractivo cómo se documentan con esa mirada sencilla, abierta e indulgente. Y además con mucho humor.