Atenea, la diosa de la sabiduría en la mitología griega, además de sabia era amable y comprensiva, aunque podía enfadarse de vez en cuando. Nació de la manera más rara: directamente del cerebro de Zeus, su padre. No tenía madre. La historia que le ocurrió con Poseidón encierra el misterio de la ciudad de Atenas.
Casi todas las ciudades de la antigua Grecia tenían un dios que cuidaba de sus gentes. A Poseidón le encantaba cuidar ciudades. Por lo general, escogía los lugares costeros ya que era el Señor del Mar. Poseidón, hermano de Zeus y Hades, era un dios muy poderoso. Era también un tipo malhumorado, y le gustaba mucho llamar la atención y que la gente construyera templos en su honor.
Un día, tanto Atenea como Poseidón reclamaron una nueva ciudad. Entonces, a los humanos les preocupó que dos dioses quisieran estar al mando. Poseidón quiso que los humanos eligieran, pero a estos les pareció problemático decantarse por uno de los dos. Atenea comprendió su preocupación y propuso la solución: ambos dioses harían un regalo a la ciudad y la gente decidiría.
Atenea agitó su brazo y brotó un olivo. La gente mordisqueaba las olivas. ¡Estaban deliciosas! Estaban emocionados. El olivo proporcionaría madera para la construcción de viviendas y leña para las cocinas y chimeneas. Las olivas estaban muy buenas y de ellas se podía extraer aceite para cocinar. Maravilloso.
Poseidón golpeó el suelo con su tridente e hizo brotar una fuente. La gente se puso muy contenta. ¡Una fuente de agua era tan importante! Pero cuando intentaron beber el agua, descubrieron que no estaba fresca. ¡Era agua salada!
La suya era una ciudad costera, y temían arriesgarse a enojar al Señor del Mar, el poderoso Poseidón. Sin embargo, Zeus juzgó que Atenea había sido más rápida, pues había plantado el olivo en primer lugar, y por eso Atenea consiguió el patronazgo de Atenas. Así es como una pequeña ciudad costera ganó a la sabia y poderosa Atenea como guardiana. En su honor, llamaron a la ciudad Atenas.