Entrevista a Miguel Ángel López, el Hematocrítico
Miguel Ángel López (A Coruña, 1976) es maestro de Educación Infantil y Primaria y padre de dos niñas, Isabel y Manuela. Sin embargo, es más conocido por su faceta humorística. Bajo el seudónimo de El Hematocrítico, colabora con diferentes publicaciones y escribe cuentos para niños, aunque de forma muy poco convencional. A su Lobo Feroz le gusta tomar el te y charlar con la abuelita, mientras Ricitos de Oro se rebela contra las injusticias del Bosque Encantado.
¿Cómo recuerdas tu etapa en el colegio?
En el colegio me divertía mucho. Ahora que soy maestro, me doy cuenta de que las cosas que creía que iban a ser muy importantes, como las lecciones, acaban borrándose de tu cabeza… y lo que te queda son los momentos más divertidos, cosas emocionantes que viviste en clase.
¿Qué es lo que más te gusta de ser profesor?
Estar con niños todo el tiempo y ver cómo van cambiando. Los niños de 2012 son muy diferentes a los de 2019, por ejemplo. ¡Han cambiado un montón! Ver estos cambios me produce mucha curiosidad y me encanta hablar con ellos sobre lo que les gusta, ver qué tendencias están de moda…
De tu experiencia en el colegio, ¿qué es lo que intentas recuperar para transmitir a tus alumnos?
A mí me encantaba cuando los profesores me conocían, cuando me recomendaban un libro o una película porque sabían que me iba a gustar. Y ahora me gusta vivir esa misma experiencia desde el otro lado: saber qué tipo de libro le gusta a cada niño, a qué videojuegos juega… así les voy conociendo mejor.
También me gusta mucho ver cómo el mismo niño va creciendo. En el colegio hay alumnos desde infantil hasta bachillerato, así que ver al mismo niño con 3 años, con 12 o con 17 es increíble.
¿Se puede enseñar de forma divertida?
¡Diría que es la única manera de enseñar! El aprendizaje va ligado a las emociones: cuando algo te asombra o te sorprende, lo aprendes de verdad. Y el asombro y la sorpresa tienen mucho que ver con el humor y la diversión. De otra manera tal vez aprendas a hacer cosas, pero acabarás olvidándote.
¿Cuándo empezaste a escribir?
Cuando era pequeño ya quería ser escritor, pero a los 14 años me olvidé del tema. [Se ríe] Tuve suerte porque me gustaba escribir y los profesores de mi colegio lo valoraban: el profesor de lengua me pedía que escribiera la obra de Navidad del colegio, me animaba a apuntarme a concursos literarios, leía mis escritos… Eso me motivó muchísimo.
¿Qué libros o autores te marcaron?
Cuando era pequeño leía un montón de cómics: Spider-Man, Mortadelo y Filemón… y también las tiras cómicas de Mafalda. Además, guardo muy buen recuerdo de los libros de El pequeño Nicolás, ¡eran divertidísimos!
Nicolás es un niño muy travieso que explica su visión del mundo de forma divertida y sin tapujos. El autor de estos libros es René Goscinny, el creador de Astérix y Obélix
En la era de internet, los libros han quedado en un segundo plano. ¿Qué opinas sobre ello?
Bueno, al final, es la tendencia que les ha tocado vivir [a los niños]. De pequeño, podía leer el mismo cómic 200 veces, pero me pregunto si habría hecho lo mismo si hubiera tenido una tableta con acceso infinito a juegos y vídeos… es difícil de decir. Una herramienta como YouTube o una tableta no son positivos ni negativos en sí mismos, todo depende del uso que les des.
Es difícil encontrar un equilibrio entre los libros y las nuevas tecnologías. Pensando en mi adolescencia, si yo hubiera tenido la posibilidad de seguir conectado con mi pandilla estando en casa (a través del WhatsApp o con un juego en línea), ¡me habría encantado! Y entiendo que eso tiene un gancho que no tienen otras cosas, como los libros.
Evidentemente, los libros son una maravilla para quien sepa disfrutar de ellos. El problema es que ahora tienen mucha competencia, porque los niños tienen muchas opciones donde elegir.
¿Cuál era tu personaje de cuento favorito?
La verdad es que no leía muchos cuentos tradicionales… pero el personaje que menos me gustaba era Ricitos de Oro. Su historia me ponía muy nervioso: una niña muy curiosa entra en una casa que no es la suya, como castigo le dan un susto gigante y se marcha corriendo. FIN. Me parecía que el cuento inacabo. Por eso, en el libro Agente Ricitos, el personaje es totalmente diferente.
¿Qué es lo más importante que pueden aprender los niños con tus cuentos?
El propósito principal es que sean cuentos muy divertidos. Después, cada historia tiene su propio mensaje: Feliz Feroz habla sobre ser lo que tú eres, a pesar de las presiones de tu familia o del entorno; Agente Ricitos es un homenaje a la curiosidad, que para mí es una virtud enorme; mientras que Lobo con botas es un comentario sobre el capitalismo y cómo se explota a los niños con los productos comerciales.
El capitalismo es un sistema económico, político y social que se basa en la propiedad privada. El nombre proviene de la palabra capital, que significa dinero
¿También incluyes una moraleja final?
Es inevitable, porque mis cuentos juegan con la estructura de los cuentos tradicionales. Pero las enseñanzas que aparecen al final de mis libros no pretenden ser lecciones morales, sino lecciones como que “ser curioso está bien”, que “jugar por jugar es divertido” o que siempre hagas “lo que sientes que debes hacer”. No son los típicos mensajes de advertencia u obligación que aparecen en los cuentos originales.
Como maestro, me encanta contar cuentos de humor, porque los niños se vuelven locos. Al final, lo que más me importa es que los niños se rían con mis historias.