¿Afirmaría Rousseau que, a pesar de la adicción de Fry al Slurm o la de Bender a enchufarse, son sujetos libres?
¿Cuando Zoidberg se come la bandera de la Tierra y ofende a tantos extraterrestres está ejerciendo su legítimo derecho a la libertad de expresión?
¿Son los robots como Bender, Pinzas o Calculón tan responsables de sus actos como los humanos?
¿Es amor verdadero el que de repente siente Leela por Fry, cuando el cuerpo de este es invadido por lombrices que modifican su comportamiento?
Cuando creó Futurama, Matt Groening solo pretendía satirizar las convenciones de la ciencia ficción. Pero sus aventuras siderales y metafísicas de humanos, robots, especies que existían antes del tiempo y lagartos humanoides nos brindan la posibilidad de entender nuestro mundo. Y otros mundos. Incluso el universo. La serie, como este libro, es una divertidísima invitación a debatir cuestiones filosóficas actuales y universales.