MARTÍN PIÑOL · Autor de La cocina de los monstruos
Fotos: Jorge Quiñoa
Cuando a Joan Antoni Martín Piñol (Barcelona, 1979) le preguntan qué hace con su vida, responde que cobra por escribir tonterías. Lleva así desde hace más de diez años. Es escritor, guionista, monologuista y profesor. La serie de humor y zombis La cocina de los monstruos, traducida y publicada en China, Brasil, México, Portugal y Argentina, destaca entre sus más de veinte títulos. Le entrevistamos en la tienda Cosmic Wars de Barcelona, un templo para jóvenes padawans y seguidores del lado oscuro.
¿Cuándo decidiste que serías escritor?
De pequeño leí Las brujas y me encantó porque era un libro bestia en el que los niños morían, las brujas morían y no había concesiones. Me flipó tanto que fue cuando pensé que de mayor quería hacer esto. En la librería Abacus, la editorial Alfaguara repartió un dossier de Roald Dahl en el que salía una foto suya junto a su máquina de escribir y las portadas de todos sus libros. Era como un tesoro. Todavía lo tengo y cuando lo miro pienso que voy por el camino.
¿Es diferente trabajar como guionista para la televisión que escribir libros?
Hasta 2007 tenía mucho trabajo como guionista. Hacía tres programas a la vez. Escribir para la tele te obliga a buscar lo más efectivo, lo más rápido y lo más gracioso, y luego mantenerlo. Cuando esto lo aplicas a un libro funciona muy bien. Pero en televisión había muchas cosas que no me dejaban escribir porque creían que eran demasiado bestias para los niños. Todo eso lo puse en La cocina de los monstruos. Aquí se tiran pedos, eructos y destrozan media ciudad en cada libro.
¿Pero aparte de eructos, pedos y destrucción, hay valores?
Claro. Mucho antes de ser padre ya era una persona cuerda, y no quiero que mis lectores quieran matar a John Lennon. Además, los valores me ayudan a estructurar temáticamente mis libros, aunque no quiero que sean un sermón. De mis historias se desprende que los que estudian acaban siendo más listos y resuelven las situaciones pensando. Pero hago libros de aventuras y humor que tienen que entretener. En el fondo, es lo mismo que hacían en La bola de cristal cuando era pequeño: “Yo solo no puedo, con amigos sí”.
¿Cómo consigues comunicar lo que quieres?
En La cocina de los monstruos el chef cocina mal a propósito para los niños, y les dice, por ejemplo: “Va, tomad azúcar, si os va mal me da igual. No me importáis”. Es la manera de decir que si tomas azúcar te irá mal, pero decirlo a la contra es mucho más divertido que como lo diría un nutricionista.
¿Cómo inventaste a ese chef?
Para mí era Torrente para niños, alguien que dice la verdad de manera borde. A todos nos atraen los personajes que dicen las cosas tal cual y tienen las narices de decir: “No te conozco. Me caes mal. No te voy a salvar”. Luego, cuando salió Pesadilla en la cocina, pensé que Chicote era exactamente eso.
¿Y por qué lo escogiste como protagonista?
En los libros infantiles todo el mundo es muy heroico. Por eso me gustó la idea de tener a un personaje que no solo es protagonista, sino que es narrador, y que además es un cocinero de cole al que no le importan los niños. Porque a nadie le gusta lo que se come en un comedor escolar. Yo me quedé cuando era pequeño tres meses y les dije a mis padres que era horroroso. Todo era soso y salado a la vez, frío y recocido.
En La cocina de los monstruos nunca vemos a las familias.
Conscientemente no puse a los padres porque molestan en las aventuras. Pero si hay un ataque zombi sí llaman a casa para decir que están bien. Con adultos todo sería menos creíble, porque mis padres no me hubieran dejado ir a perseguir a un hombre lobo. Me hubieran dicho: “Tú te quedas en casa, ya irá la policía”.
Se dice que los escritores escriben pensando en su lector ideal, ¿quién era el tuyo?
Era yo. Yo sigo siendo muy niño, por suerte, y eso me permite escribir los libros que yo habría querido leer. Ahora tengo 37 años y pago autónomos, pero estaría todo el día leyendo cómics, viendo Star Wars y jugando.